Un espacio de reflexión sobre la práctica docente, la asesoría técnico pedagógica, la sistematización de experiencias, el uso de las TICS en la educación y la Reforma Integral a la educación básica

domingo, 6 de septiembre de 2009

Apuntes para una aproximación a la sistematización de experiencias parte 1

LA SISTEMATIZACION COMO

PRODUCCION DE CONOCIMIEN­TOS[1]

María Mercedes Barnechea

Estela Gonzalez

María de la Luz Morgan

Taller Permanente de Sistematización-CEAAL-Perú[2]

Lima, junio de 1994

Nuestra aproximación a la epistemología está condicionada por las pregun­tas que nos surgen desde la práctica, y pretende encontrar respuestas que vuelvan a ella. Las reflexio­nes que presentamos en este artículo se han ido generando en nuestra práctica de pensar la sistemati­za­ción, apoyar este tipo de procesos y realizarlos directamente. Es allí que hemos encontra­do problemas que nos han llevado a una búsqueda de nuevos caminos y orientacio­nes que ayuden a enfrentarlos y resolver­los exitosamente.

INTRODUCCION

La concepción de la sistematización como actividad de producción de conocimientos desde y para la práctica plantea una serie de retos aún insuficientemente enfrenta­dos y, menos aún, resueltos. Uno de los principales, que abordaremos en este artículo, se refiere al tipo de conocimiento que se produce mediante ella y a la manera como éste se genera.

Al decir de Diego Palma[3] las distintas vertientes en las cuales se ha desarro­lla­do la sistematización en América Latina tienen un sustrato teórico-epistemoló­gico común (si bien no siempre explici­tado): una concepción que entiende a las prácticas como fuente de conocimiento, en interrelación dialéctica con la teoría.

Sin embargo, esta comprensión es más un reto y una aspiración que una realidad. De un lado, la relación entre teoría y práctica -en tanto polos de una unidad dialéctica de contrarios- no está resuelta, y no sabemos cómo estable­cerla adecuadamente. En algunos casos se recurre a una aplicación mecánica de la teoría a la práctica, y en otros se abandona lo teórico, asumiendo a la práctica como único criterio y fuente de verdad.

Por otra parte, las diferencias, coincidencias y relaciones entre conocimiento teórico y conoci­miento práctico (así como entre las maneras en que se producen) tampoco están claras, ni han sido suficiente­mente abordadas.

Para la sistematización estos temas son sumamente vigentes, y la interpelan en su concepción misma, afectando también profundamente las posibilidades de realizarla. Esto último tiene que ver no sólo con las dimensiones teóricas y epistemológi­cas, sino con las condiciones reales de quienes esperamos que sistematicen, cuya manera de pensar, reflexionar y conocer es indispensable explorar más.

Antes de continuar, queremos explicitar que todos los planteamientos que siguen se sustentan en una concepción de la sistematización como "proceso permanente y acumulativo de creación de conocimientos a partir de nuestra experiencia de intervención en una realidad social"[4]. Pero esto no alude a cualquier forma de intervención, sino a la que se desarrolla en la promoción y la educación popular, que se realiza en articulación con grupos populares y que, junto con ellos, busca transformar la realidad. En consecuen­cia, los sujetos a los cuales nos referimos -los sistematizadores potenciales- son un tipo específico de personas: aquellos que participan en proyectos de intervención en la realidad con una intencionalidad de transformación (en particular, pensamos en los promotores y educadores populares), a los que Donald Schön[5] llama los "profesionales de la acción". Este tipo de profesionales se encuentra cotidiana­mente ante una serie de situaciones inciertas y confusas, que deben ser capaces de enfrentar adecuada­mente para llevar adelante sus objetivos transformadores. Para ello, deben desarrollar un proceso de reflexión-en-la-acción, que los lleva a compren­der las situaciones, orientarse en ellas y actuar adecuada­mente. Esta reflexión se sustenta en conocimientos y, a la vez, produce nuevos conocimientos, que refrendan o modifican lo que ya sabían, y que les permiten afrontar las nuevas situaciones desconocidas que se les presentan permanente­mente en la práctica.

Este proceso, sin embargo, no siempre es consciente para el profesional mismo, ya que se da como respuesta a los problemas que surgen cotidianamente, y que generalmente exigen un enfrentamiento rápido e inmediato. En consecuencia, ni el conocimiento en que se sustenta la intervención, ni el nuevo conocimiento que se genera durante ella, dan lugar a un saber ordenado, fundamentado y, por lo tanto, transmisible. La sistematiza­ción pretende, precisamente, orientar a los profesionales para darle orden y rigor al conocimien­to que está en su práctica.

EL MUNDO DE LA PRACTICA

En un texto anterior, planteábamos: "La sistematización, como actividad de producción de conocimientos sobre la práctica, tiene a ésta como su referente principal, ya que es su sustento y, a la vez, lo que le da sentido y orientación. Sin práctica no hay sistematiza­ción posible, y ésta tiene como finalidad principal volver a la práctica para reorientarla desde lo que ella misma enseña"[6].

Estamos entendiendo por práctica a una actividad intencionada, que se sustenta en un conoci­miento previo y que se plantea lograr objetivos de transformación. Se trata de acciones desarrolladas por sujetos que, a partir de determinada lectura de la realidad, identifican algunos problemas sobre los cuales están en condiciones de actuar, con los recursos con que cuentan. En esa intervención, los promotores y educadores entran en diálogo con los sectores populares afectados por las situaciones-problema, se articulan con ellos y con sus propias formas de enfrentar­las, y definen conjuntamente los objetivos y formas de acción[7].

El mundo en el cual se mueven y actúan estos profesionales tiene característi­cas y especificidades que determinan su hacer y su conocer, o su "hacer-conociendo".

En primer lugar, al acercarse a la realidad, el profesional se ve enfrentado a situacio­nes dinámicas, inestables, cambiantes, inciertas, que se le presentan de manera confusa y entremez­clada, como un conjunto de situaciones problemáti­cas que se condicionan e interactúan. Ante un mundo con estas características, el profesional se sitúa con un proyecto, una propuesta intencionada, que tiene objetivos de transforma­ción. Este proyecto se sustenta en conocimientos que provienen tanto del campo formal, sistemá­tico, teórico; como de lo que se sabe sobre la realidad en la que se va a intervenir, producto de un diagnóstico más o menos organizado y de un sentido común compartido en el equipo y la institución. Sin embargo, este conocimiento previo nunca será suficiente, ya que la realidad cambia a mayor velocidad que las interpreta­ciones y comprensio­nes que sobre ella se pueden construir.

Una segunda característica importante a considerar cuando nos referimos al mundo de la práctica, es que el profesional forma parte de la situación sobre la cual está interviniendo y que está conociendo. Esto significa que:

· la acción del profesional modifica la situación, requiriendo entonces que el proceso de conocimiento continúe indefinidamente, ya que la nueva situación producida no es la misma que motivó la intervención

· su acción no sólo está produciendo cambios en la situación, sino también en sí mismo, a la vez que le permite profundizar el conocimiento sobre la situación y sobre él.

Una tercera característica fundamental del mundo de la práctica es que no nos referimos a la acción de un sujeto.

La práctica se realiza articuladamente con otros actores, cuyas vivencias, visiones e intereses son diversos, como también sus formas de intervención y, obviamente, sus interpretacio­nes sobre la práctica y sus efectos. En términos del conocimiento sobre la realidad, sus formas de generarlo también difieren, traduciéndose en productos distintos. Es por ello que, en la promoción y educación popular, se da un "diálogo de saberes" cuyas diferencias no deben llevar a considerar que unos son más o menos válidos que los otros. El conoci­miento práctico producido por los profesionales de la acción es distinto a aquél producido por los investigadores, como también al de los sectores populares con los que interactúan en la práctica. Todos son importan­tes y deben ser considerados para arribar a una comprensión más profunda y completa de la realidad.

EL CONOCIMIENTO PRACTICO: EL QUE SE PRODUCE EN LA PRACTICA

Como ya hemos dicho, la práctica se funda en conocimientos, pero también produce nuevos conocimientos. Cuando se interviene en la realidad, es posible obtener -si se reflexiona sobre ello- un conoci­mien­to rico y profundo sobre ésta, los sujetos con los cuales se interactúa, las estrategias de interven­ción, y también sobre uno mismo.

Sin embargo, el sentido que tiene el conocimiento producido en y para la práctica y, por lo tanto, la manera en que se produce, son distintos a los de otro tipo de conocimientos.

Son los problemas, las situaciones imprevistas, los obstáculos que no conocía­mos, que se presentan cotidianamente en la práctica y que nos impiden realizar lo que habíamos previsto, los que nos impulsan a buscar nuevas vías de acción, muchas veces intuitiva­mente, hasta que encontra­mos un camino que resulta exitoso. Estas nuevas vías se fundan en nuevos conocimientos, conseguidos sobre la marcha, y su validez se comprueba con el éxito de la acción. Es decir, en palabras de Usher y Bryant: "el juicio y el razonamiento prácticos deben pasar la prueba de la práctica"[8], es ella la que muestra cuál era el camino adecuado.

En esa búsqueda de caminos alternativos para lograr lo que nos hemos propuesto, el recurso al conocimiento está al servicio de la acción. La teoría se pone al servicio de la práctica, se recurre a ella no como un modelo total, sino a los "fragmentos" de conocimiento que son relevantes para compren­der mejor la situación, en la perspecti­va de actuar sobre ella[9].

El conocimiento previo en que se sustenta la práctica se basa en la teoría existente y conocida por el "profesional práctico". La teoría está en la práctica, forma parte sustancial de ella y se expresa en ella, dándole sentido y significado a lo que se hace al permitirle al profesional relacionar sus activida­des con lo deseable y con lo posible, dada la situación, y confrontar con ello los resultados alcanzados. "Todas las acciones, puesto que suponen intenciones, se hallan situadas dentro de marcos o paradigmas conceptuales que dependen de la vida social. ... Esto implica que 'la teoría' no es algo que se aplique 'mecánicamente' a la práctica, sino que está ya presente en ésta de modo que sin ella, la práctica no sería tal, sino simple conducta fortuita"[10]. Es a este sustento implícito de la práctica a lo que Usher y Bryant denominan "teoría no formal", caracteri­zándola como situacional y localizada en el mundo de la experiencia de los profesio­na­les, al cual penetra y del cual emerge, brindando orientación para que la acción informada aborde las situaciones prácticas.

Sin embargo, como el conocimiento previo nunca es suficiente, y como la práctica nos genera nuevos conocimientos, el producto final (en términos de conoci­mien­to) es distinto a aquel con que se contaba inicialmente. Este proceso de construcción de nuevos conocimientos, a partir de los que teníamos y de lo que vamos descubriendo en la práctica, no se da de manera consciente y explícita en quiénes desarro­llan este tipo de intervencio­nes en la realidad. Como ya se dijo, la búsqueda de nuevas formas de acción muchas veces es intuitiva, y se va ensayando (y equivo­cándose) hasta que algo resulta. El profesional, entonces, adquiere la llamada "experien­cia", que le ayuda a hacer mejor su trabajo, pero que pocas veces da lugar a un conoci­miento ordenado, fundamentado, consciente y, por lo tanto, transmisi­ble. Es aquí donde la sistematiza­ción juega un importante rol, brindándole herramientas para transitar desde la experiencia a un conocimiento organizado.

A diferencia del conocimiento teórico, que es impersonal y universal, que se interesa más por explicar el mundo que por actuar sobre él, y que se formula en un discurso de generaliza­cio­nes; el conocimiento práctico se caracteriza por ser situacional y orientado a la acción[11]. El conocimiento teórico es uno de los elementos que se considera al definir una acción, pero sus característi­cas de generalidad impiden que dé respuesta a muchos de los problemas que surgen cotidianamente en la práctica. Por lo demás estos problemas no se resuelven aplicando mecánicamente la teoría, sino a partir de la reflexión que los profesio­nales realizan en la acción, poniendo en juego no sólo su conocimiento teórico, sino toda su experiencia previa, su sentido común, su habilidad para enfrentarlos y su capacidad de oír, captar y asimilar el punto de vista de los "otros". Es lo que Schön llama el "arte" de los profesiona­les, que les permite enfrentarse y resolver situaciones nuevas y desconoci­das. La reflexión en la acción genera constantemente nuevos conocimien­tos, que posteriormen­te serán usados ante nuevas situaciones.

¿CÓMO CONOCEN LOS PROFESIONALES DE LA ACCION?

Uno de los autores que más ha aportado a este debate es Donald Schön, en sus escritos sobre el "profesio­nal reflexivo" y sobre la "epistemología de la práctica", que es como denomina a la manera de producir conocimientos de estos profesionales[12]. Schön plantea que, para orientarse en el mundo confuso, engañoso en el cual debe intervenir, este profesional debe efectuar una serie de razonamientos que lo llevan a definir problemas y cursos de acción. Los efectos que su actuación produce en los problemas lo hacen persistir o modificar sus acciones. En este proceso, el profesional está generando conoci­mientos, que se van acumulando y le sirven para actuar ante nuevos problemas.

Para que se cumplan sus objetivos de transformación el profesional requiere, en primer lugar, comprender la realidad en que intervendrá, como condición básica para saber qué hacer. Sin embargo, esto no se da como un paso previo a la acción, sino como procesos simultáneos a través de los cuales el profesional va conociendo al actuar, y reformulando su acción a partir de esa mejor comprensión.

El acercamiento de este tipo de profesionales a la realidad requiere que construyan problemas a partir de los fenómenos confusos, cambiantes e inciertos que se les presentan. Realizan un trabajo intelectual, que se sustenta en los supuestos que tiene la persona (teóricos, ideológicos, producto de su experiencia previa, etc.) y que le permiten encontrarle un sentido a las situaciones que se le presentan, en relación a las cuales desarrollará su acción.

Para Schön, los pasos o momentos de ese proceso se pueden identificar como sigue:

· en primer lugar, el profesional le pone un nombre -identifica- la situación problemáti­ca que se le presenta

· luego, explora y decide qué es lo que la hace problemática (qué le da el carácter de tal)

· a continuación, postula las causas de los problemas que ha definido

· ello le permite especificar qué quiere -y puede- cambiar en la situación

· finalmente, postula qué acciones podrían modificarla[13].

Esta formulación de pasos se acerca mucho a lo que Sergio Martinic ha propuesto como "hipótesis de acción"[14]. Este autor plantea que las experiencias de educación popular fundamen­tan su acción en una lectura de la realidad a través de la cual se llega a constataciones e interpretaciones que permiten comprenderla, así como ubicar y distinguir los problemas a enfrentar mediante la intervención. Los proyectos se basan en el supuesto de que, si no se enfrentan los problemas identificados, se seguirá reproduciendo la situación; ello, a su vez, se sustenta en la convicción de que es posible alterar ese curso. El quiebre de dicho movimiento se expresa en la intervención del proyecto desarrollando procesos: propiciando acciones y generando interacciones con su puesta en práctica. La nueva trayectoria producida por la intervención lleva a la transfor­ma­ción del problema, dando cuenta de la intencionali­dad del proyecto.

En ambos casos, se está aludiendo a una interpretación de los procesos mentales (de análisis y abstracción) que los profesionales realizan para comprender y actuar en el mundo de la realidad, que se les presenta inicialmente de manera confusa, compleja e incierta. Los problemas no aparecen como tales ante nuestros sentidos, es necesario construirlos a partir de los datos que la realidad nos entrega, lo cual requiere realizar un esfuerzo de análisis (descompo­ner) y síntesis (recomponer) que lleva a comprender y darle un sentido a los datos dispersos y confusos que podemos percibir. Y eso lo hacen los profesiona­les cotidianamente, muchas veces sin ser conscientes de los complejos procesos mentales que realizan en su práctica diaria.

Para plantearse y comprender los problemas, el profesional reflexivo debe "sacar a la luz" (explicitar) los conocimientos con que cuenta, que no sólo tienen un fundamento teórico, sino también ideológico, ético, experiencial. Estos le brindan los medios y la información que le permiten ordenar las situaciones problemáticas confusas y construirlas como problemas. A partir de ello, define una acción, cuyos efectos retroinforman el conocimien­to previo y lo modifican. Es a este proceso de explicitación de la teoría no formal presente en la práctica del profesio­nal, al que Usher y Bryant denominan "teorización".

Es decir que la práctica, por su propia naturaleza, incluye conocimiento y acción; pero un conocimiento en constante transformación, a partir de la acción y de los cambios que ésta produce en la situación sobre la cual se está actuando y, a la vez, conociendo mejor.

Sin embargo, este proceso no está exento de dificultades y limitaciones:

· no todos los profesionales (y no siempre) realizan el proceso de reflexión en la acción, optando muchas veces por repetir mecánicamente lo que antes les resultó bien, achacando a factores externos los posibles fracasos

· el proceso reflexivo significa todo un esfuerzo de hacer consciente lo sabido y de cuestionarlo; esto genera inseguridad en los profesionales, que a veces optan por seguir amarrados a "lo seguro", dejando de lado la reflexión y la búsqueda creativa de nuevos caminos

· la relación entre teoría y práctica encuentra grandes limitaciones para su realización: el profesional no siempre tiene acceso a los avances que se van produciendo en los medios académicos, ni está en condicio­nes de comprenderlos, como tampoco cuenta con los recursos mentales para operar crítica y creativa­mente en relación a ellos[15]

· si bien los supuestos con que cuenta el profesional representan un importante instrumento para la comprensión de las situaciones, es necesario controlarlos, para dejar que las cosas hablen por sí mismas[16]: de lo contrario, podemos dejar de percatarnos de sus especificidades, que muchas veces nos deben llevar a modificar nuestros supuestos.

Nuevamente la sistematización juega un importante rol, al impulsar al profesional para que extraiga los fundamentos de su práctica, para que reflexione sobre el por qué de lo que hace, contraste y critique sus supuestos (con la práctica misma -los efectos que tiene su acción en la realidad- y con la teoría) y ordene lo que ha aprendido de manera que le sea más útil en situaciones futuras y a otros.

¿CÓMO SE CONOCE EN LA SISTEMATIZACION?

La sistematización no debiera suponer un corte o ruptura con los procesos mentales que desarrolla el profesional durante la práctica. Es decir, no se trata de "enseñarle" al profesional a producir conocimiento de una forma distinta a la que él habitualmente desarrolla, sino de ayudarlo a hacer consciente y explícito todo lo que sabe y que ha aprendido en la práctica[17].

Las diferencias entre los procesos de conocimiento que se producen durante la práctica y la sistematización están dadas por lo que se busca obtener, lo que hace que los énfasis sean distintos. En la práctica, el profesional necesita enfrentar los problemas que se le presentan y lograr los objetivos que se había propuesto: el conocimiento se va produciendo de manera muchas veces inconsciente, sin que la persona se detenga a pensar en lo que está aprendiendo, ya que lo que le interesa es alcanzar determinado fin. En la sistematiza­ción, en cambio, lo que interesa es comprender cómo se llegó allí, para lo cual se explicitan todos los conocimientos producidos en la práctica y se los confronta con aquellos con que se contaba inicialmente y con el conocimiento teórico vigente.

En la sistematización, el objeto de conocimiento es la experiencia de interven­ción -la práctica-, donde nos miramos a nosotros mismos (lo que establece una íntima relación con la dimensión subjetiva del conocer) y a la relación con los sujetos populares con quienes interactuamos. Sus objetivos se refieren, en última instancia, a la proyección, mejoramien­to y corrección de la práctica. Es un conocer producto de una acción, pero que da lugar a otra acción.

La sistematización, entonces, enfatiza el polo del conocimiento, pero siempre hablando del conocimiento práctico. Lo que se pretende es enriquecerlo, en diálogo con los enfoques teóricos vigentes y mediante un proceso ordenado y consciente (por lo tanto, metódico) de descubrimiento y explicitación de los procesos y productos de conoci­miento presentes en la práctica.

De todo lo tratado en los párrafos anteriores se deducen una serie de criterios y condiciones que están presentes en la sistematización en tanto proceso de producción de conocimientos desde y para la práctica.

Un elemento importante a considerar es la dimensión subjetiva del conocer: quienes realizan este proceso son sujetos-actores que forman parte y están directamente involucrados en la práctica. Esto se contrapone a la visión positivista, que “aísla” al sujeto que conoce del objeto que intenta conocer, pretendiendo así eliminar cualquier emoción que le quitaría “objetividad” al conocimiento.

En la perspectiva dialéctica, que suscribimos en este aspecto, se pretende conocer el proceso social desde adentro, como personas participantes en él, que estamos implica­das y comprometidas en la construcción de alternativas diferentes. El proceso social no sólo se compone de acciones medibles, cuantificables y cualificables, sino que es una manera de vivir en la historia[18]. Nuestra práctica particular forma parte de la práctica social e histórica de la humanidad.

Considerando que nos estamos refiriendo a una intervención que tiene objetivos transformadores, esta dimensión subjetiva del conocer desde la práctica no sólo es importan­te para reflexionar e interpretar, sino sobre todo para comprometerse con la transformación. Esto no sólo se refiere a elementos externos, sin embargo; uno mismo se transforma en el proceso[19]. De aquí derivan algunas de las dificultades para sistematizar, ya que nos confrontamos a nosotros mismos (nuestras vidas, concepcio­nes, etc.).

Lo anterior nos lleva a considerar un segundo elemento: los sujetos-actores interpretan la práctica desde perspectivas diferentes, que tienen que ver con el mundo social y cultural al que pertenecen. Al actuar, siempre tenemos un sentido, marco teórico o contexto teórico que orienta nuestra acción, pero también la justifica y explica. No partimos de una tabla rasa, tenemos determinadas referencias teóricas desde las cuales desarrollamos nuestra práctica, aunque no sean totalmente rigurosas ni estén lo suficientemente conscientes. Aquí situamos un campo importante de la sistematiza­ción, que nos ayuda a explicitar este contexto, nuestras acciones, nuestras interpreta­ciones, nuestras sensaciones.

Un tercer elemento alude a que nuestras prácticas se desarrollan en el espacio cotidiano, en el "día a día" en que se desarrolla la vida social. Ello tiene dos implicancias fundamenta­les, en términos de la producción de conocimientos (y del tipo de saber que se genera):

· Por un lado, la intervención se desarrolla de manera permanente (todos los días), y la realidad va cambiando de igual forma. Por lo tanto, el conocimiento se va construyendo y re-construyendo de manera cotidiana.

· De otro lado, nuestras prácticas inciden en la vida cotidiana de los sectores populares. "La vida cotidiana es el espacio más inmediato en que cada una de las personas se constituyen en sujetos sociales que adquieren autonomía para decidir por sí mismos, para ser protagonistas de su propia historia, constructores de su destino. Es un espacio en el que dominan su realidad"[20]. Es en la vida cotidiana que se traducen los procesos sociales globales, es allí donde lo general tiene su expresión particular y específica, "lo cotidiano es la experiencia singular que cada sujeto particular tiene de los procesos generales"[21].

Los promotores y educadores populares tenemos una ubicación privilegiada para rescatar las experiencias cotidianas y aportar al conocimiento desde esa dimensión aún poco explorada por el conocimiento científico, que ha privilegiado el estudio e investigación de fenómenos generales, que explican la dinámica social en su conjunto[22].

Por último, un cuarto elemento se refiere a que nuestras prácticas -en tanto educadores populares o promotores- están íntimamente articuladas con las de los sectores populares con quienes nos relaciona­mos. Quienes actúan y conocen no son individuos aislados, en la medida que la práctica ha sido desa­rrollada por sujetos colectivos.

En consecuencia, los retos que se le plantean a la sistematización, en tanto proceso de producción de conocimientos, son varios:

· Hay que construir herramientas para que los profesionales expliciten tanto los conocimien­tos en que han sustentado su acción, como aquellos que se han ido produciendo en ella. Esto se realiza a partir de una reconstrucción de los supuestos iniciales, de la práctica misma y, luego, de la interpretación de su sentido, para descubrir los razonamientos que explican por qué se hicieron las cosas de esa manera, contrastar y criticar los supuestos de la acción y ordenar lo que se ha aprendido de manera que oriente una intervención futura (y para que se proyecte más allá, como un conocimiento útil a otros).

· Estos procesos deben articular los diversos saberes que se han encontrado y que se ha ido produciendo en la práctica: aquellos del equipo profesional (cuyas visiones individuales son distintas) y los de los sectores populares.

· Igualmente, es necesario articular las dimensiones objetivas y subjetivas del conocimien­to: las sensaciones, sentimientos, expectativas, intereses, valores, que están involucra­dos en la práctica. Todo ello es muy importante para reflexionar, interpretar y descubrir los sentidos que ésta tiene y, sobre todo, para comprometerse con la transformación que se persigue lograr en la realidad.

· En la medida que las prácticas, ubicándose en el espacio de lo cotidiano, forman parte de un contexto mayor, el conocimiento producido en ellas debe entrar en diálogo y aportar hacia lo general. En palabras de Teresa Quiroz[23], deben contener "gérmenes de generalización", ya sea hacia la discusión y refundamentación (para usar un término prevalente en CEAAL hoy) de los marcos o contextos teóricos, o hacia la formulación de políticas referidas a los problemas y sujetos con los cuales se interactúa. Pero ello se realiza mediante procesos de conocimiento que, en vez de ir desde lo general a lo particular (como ha sido la vía predominante en las ciencias), siguen el trayecto contrario, aportando a lo general desde el conocimiento particular y cotidiano.


BIBLIOGRAFIA

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Usher, R. Y Bryant, I.

“La Educación de Adultos como Teoría, Práctica e Investigación. El Triángulo Cautivo”

Editorial Morata, Cap. IV, p. 81 (fotocopia).



[1] Publicado en la Revista “La Piragua” Nº. 9. Consejo de Educación de Adultos de América Latina (CEAAL), Santiago, 2do. Semestre de 1994.

[2] El Taller Permanente de Sistematización actualmente coordina el Programa de Apoyo a la Sistematización de CEAAL.

[3] Cfr. Palma, Diego: "La Sistematización como Estrate­gia de Conocimiento en la Educación Popular. El estado de la cuestión en América Latina". Serie Papeles del CEAAL No. 3, Santiago, junio de 1992.

[4] Barnechea, M,. González, E. y Morgan, M.: "¿Y Cómo lo hace? Propuesta de Método de Sistematización". Taller Permanente de Sistematización-CEAAL-Perú, Lima, agosto de 1992, p. 11.

[5] Cfr. Schön, Donald:, "The Reflective Practitioner. How Proffessionals think in Action". New York Basic Books, Harper Colophon, 1983.

[6] Barnechea, M,. González, E. y Morgan, M., op. cit., p. 9.

[7] Cfr. Barnechea, M,. Gonzalez, E. y Morgan, M., op. cit., p. 9.

[8] Usher, R. y Bryant, I.: "La Educación de Adultos como Teoría, Práctica e Investiga­ción. El triángulo cautivo". Editorial Morata, Cap. IV, p. 81.

[9] "La búsqueda de la comprensión está condicionada y constituida por la reflexión sobre cómo actuar adecuadamente en una situación particular y concreta". Elliot, John: "La Investigación-Acción en Educación", Editorial Morata, Madrid, 1990, p. 117.

[10] Usher y Bryant, op. cit., pp. 85 y 86.

[11] Cfr. Usher y Bryant, op. cit., p. 81.

[12] Schön, Donald, op. cit.

[13] Schön, Donald, op. cit. Tomado de: Apuntes para el Trabajo Social No. 16, Santiago de Chile, 1er semestre de 1989.

[14] Cfr. Martinic, Sergio: "Elementos Metodológicos para la Sistematización de Proyectos de Educación Popular". CIDE, Santiago de Chile, 1987.

[15] Nuestra formación nos lleva a creer ciegamente en lo que está puesto por escrito, con un estilo "difícil" y firmado por algún personaje famoso.

[16] Cfr. Elliot, John, op. cit., p. 116.

[17] Pensamos que muchos de los obstáculos que ha enfrentado la sistematización, para llevarse a la práctica, derivan de haberse fundado excesivamente en la manera de conocer de los teóricos (y en la metodología de la investigación), en vez de haberse sustentado en la epistemología de la práctica.

[18] Resulta sugerente, al respecto, la distinción que establece Hannah Arendt entre:

· labor, como actividad correspondiente al proceso biológico del cuerpo humano y que asegura la supervivencia de la especie

· trabajo, como la actividad que nos proporciona un mundo "artificial" de cosas, claramente distinguibles de lo natural

· acción, como la actividad que se da sin la intermediación de cosas materiales y que establece y preserva la vida política y, en esa medida, crea historia.

Cfr. Arendt, Hannah: "La Condición Humana". Editorial Seix Barral, Barcelona, 1974, pp. 19-21.

[19] "Remodelamos nuestro ser-en-el-mundo mediante la comprensión". Elliot, John, op. cit., p. 115.

[20] Barnechea, M. Mercedes: "La Importancia de la Sistematización en la Construcción de una Nueva Sociedad". En: ¿Y Cómo lo hace? Propuesta de Método de Sistematización, op. cit., p. 34.

[21] Palma, Diego: "La Construcción de Prometeo. Educación para una Democracia Latinoamericana". CEAAL-TAREA, Lima, 1993, p. 90. El Capítulo IV de este libro presenta un desarrollo interesante y completo sobre el concepto de vida cotidiana.

[22] Cfr. Morgan, M.L. y Monreal, M.L.: "Una Propuesta de Lineamientos Orientadores para la Sistematización de Experiencias en Trabajo Social". En Nuevos Cuadernos CELATS No. 17, Lima, 1991.

[23] Cfr. Taller Permanente de Sistematización-CEAAL-Perú: "Jornada de Re-Encuentro", Lima, 8 de julio de 1993 (Documento interno).

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